sábado, 29 de noviembre de 2014

Autobiografía escolar - Carpeta de Prácticas

Para la clase de Campo de la Práctica III la profesora nos pidió que redactáramos nuestro propia historia escolar: empezando por los colegios a los que fuimos hasta llegar al lugar en el que nos encontramos actualmente. Creo que este trabajo me permitió realizar una reflexión acerca del recorrido realizado, de por qué decidí ser maestra y de cómo influyó mi escolaridad en mi forma de ser docente.
Este trabajo forma parte de la Carpeta de Prácticas de 3° año.


Autobiografía escolar
“Todo es para mejor”


Mi recorrido escolar es un camino largo lleno de cambios. Desde chiquita para mí los cambios siempre fueron algo positivo, “es para mejor” es algo que  he escuchado mucho en mi casa y, aunque en algunas ocasiones no lo parecía, siempre ha terminado siendo así. Si tuviese que resumir en una oración mi vida escolar diría: “sólo en primaria estuve en 6 colegios distintos” y con eso ya dejo a varios sorprendidos y queriendo saber más.
Otra cosa que tengo que destacar es que mi mamá es maestra de inglés así que muchas veces la elección del colegio estuvo influenciada por su trabajo ya que siendo familia numerosa siempre convenía estar todos más o menos cerca. Mamá fue mi gran influencia en este camino a la docencia, siempre la vi trabajar y esforzarse al máximo en su trabajo buscando cosas nuevas e innovadoras para sus alumnos, preparando carteles enormes llenos de color y concerts muy divertidos. Con mis hermanos y yo fue así también, nuestra maestra que siempre se preocupó por nuestros sueños y por qué tuviésemos todas las cosas necesarias para crecer y aprender cada día.
Mi historia es cíclica, vuelvo a estar en un lugar parecido al que empecé: en San Isidro, en un colegio católico. Punto importante que me marcó mucho, mis papás siempre quisieron que la formación religiosa fuese algo importante en mi vida y la de mis hermanos. Y lo fue, cuando empecé a buscar colegios en los que trabajar los prioritarios en mi lista fueron los que tenían una formación católica muy marcada.
2, 3 y 4 años estuve en el jardín de infantes del Holly Cross, después preescolar y 1° grado pase al San isidro Labrador. 2° grado fue en el Buen Ayre, colegio sólo para mujeres y mucho más grande de lo que estaba acostumbrada. Eso parecía un gran cambio pero ese verano descubrí que nos esperaba un cambio mucho más grande, en realidad creo que con 7 años no terminaba de entenderlo mucho. Nos mudamos a España y por tener un calendario distinto pase de terminar segundo grado a estar en el fin del segundo trimestre de 3er grado. Creo que desde ahí me empezó a costar mucho más el colegio, mi maestra nueva nunca se preocupó por
fijarse si había algo que yo no hubiese aprendido, además éramos 36 en una clase, así que siguió igual sus clases como si no hubiese ningún cambio, por ejemplo: no sabía dividir o tardaba mucho en copiar los ejercicios del pizarrón así que me tenía que quedar en el recreo terminando. No recuerdo el nombre de ese colegio, estuve solo 5 meses y nos mudamos a otro pueblo en el que pase los primeros 6 meses de cuarto grado, en un colegio que tampoco recuerdo bien el nombre. Lo más divertido para mí y casi el único recuerdo que tengo de ese colegio era que compartía aula con mi hermano ya que estábamos mezclados 3° y 4°.
En el Fray Albino, el siguiente colegio, fue donde pase la mayor parte de primaria: la segunda mitad de 4°, 5° y 6°. Éramos poquitos 6 chicas y 10 chicos pero tengo muy buenos recuerdos de ese grupo, muchas cosas divertidas y mucho aprendizaje. En ese colegio me sentía muy cómoda, era un colegio bastante chico así que nos conocíamos todos y muchos volvíamos caminando juntos a nuestras casas porque vivíamos cerca. Desafortunadamente primaria terminó y el Fray Albino no tenía secundaria así que cambie a otro que fue tanto elección mía como de mis papás: el Colegio Pureza de María. Parecía el colegio perfecto para mí: colegio religioso, sólo mujeres, mucho deporte y justo en frente de mi casa. En mi cabeza ya imaginaba todas las amigas que iba a tener y todas las cosas que iba a hacer. No fue perfecto y nunca llegué a adaptarme ni a entenderme con esas chicas que eran tan distintas a mí. Por suerte solo pasé ahí 6 meses. Nos mudamos a Murcia, en la Península ibérica, otro gran cambio después de vivir en una isla. Ahí empecé en el colegio donde pasaría el resto de mi vida escolar, todo el secundario. Ya el día que fuimos a conocer el colegio me sentí parte de él, las chicas enseguida me integraron y las profesoras desde un primer momento estuvieron pendientes de que yo estuviera bien pero dejándome suficiente libertad como para que yo me hiciera mi espacio. Era un colegio de mujeres también, religioso y acorde con toda la formación que me habían inculcado mis papás. Ahí conocí a mis grandes amigas, pase con ellas los 5 siguientes años y siempre fuimos un grupo muy unido. Ahí conocí a las profesoras que marcarían mi forma de enseñar. La gran mayoría de ellas por su cercanía con sus alumnas, todos los años nos asignaban a cada clase una tutora que se encargaba de hacernos un seguimiento durante el año, nos ayudaban tanto en el tema estudio enseñándonos nuevas estrategias de estudio y formas en las que podíamos mejorar nuestro aprendizaje tanto como en el aspecto personal. Si tenías algún problema con amigas o en casa sabías que podías acudir a tu tutora de curso para pedirle ayuda o simplemente para tener a alguien que te escuche. Eso es algo que quiero ser para mis alumnos, alguien con quien tengan confianza y que sepan que pueden acudir con cualquier tipo de problema. Dos profesoras que me marcaron muchísimo fueron mi profesora de francés y primera tutora de curso y mi profesora de literatura. Mari Paz, mi profesora de francés, daba clases que eran muy divertidas, relajadas e innovadoras, mientras hicieses un esfuerzo por incluir todo el vocabulario en francés que pudieses ella estaba contenta. Todas sabíamos que cuando fuésemos grandes queríamos ser igual a ella por su simpatía. De Mari Paz me quedo con sus clases llenas de energía y su cercanía con nosotras. Mi profesora de literatura, Antonia, era totalmente lo contrario, todo el mundo tenía miedo de empezar los dos últimos años porque sabías que se venían las clases más exigentes de todas. Era así, muy exigente, pero por eso la admiraba más que a nadie. Siempre buscaba la perfección en todos los trabajos pero porque sabía que era algo que podías lograr, no esperaba imposibles si no que te superases en cada una de las cosas que hicieses. Ella amaba su materia, cada vez que hablaba de un autor te dabas cuenta de la pasión que sentía por la literatura, nosotras nos burlábamos y solíamos decir que estaba enamorada de Quevedo y García Lorca. Gracias a ella se despertó en mí un gran amor por la literatura y creo que fue la docente con la que más aprendí. Cómo tutora era distinta, sabía perfecto que te pasaba por la cabeza y te daba el suficiente empujón para que pudieses resolver un problema por vos misma. Toda mi vida había pensado en ser médico, es más cuándo tuvimos que empezar a elegir materias siempre estuve enfocada a las ciencias por ese objetivo: Biología, Física, Química… Antonia fue la primera en hacerme ver que yo no estaba hecha para eso, creo que por una parte lo sabía ya que sufría muchísimo el estudio de esas materias y apenas podía pasar. Antonia fue la que me preguntó: “¿Pensaste en ser maestra?”. Yo coordinaba grupos de comunión, ayudaba cuando había actos en el colegio con los chicos más chiquitos y me ofrecía voluntaria enseguida para acompañar en campamentos de primaria y lo disfrutaba muchísimo pero no se me había ocurrido la conexión de que quizás yo estaba hecha para eso.
Y llegó la crisis a España y algunos problemas de salud en mi familia y darnos cuenta de qué se estaba haciendo bastante difícil no tener a los seres queridos cerca y algunas oportunidades de  trabajo desde Argentina y pensar: “¿Será momento de volver?” Fue una decisión conjunta, de nosotros 6, recuerdo muchas charlas familiares y la decisión final. No fue fácil, dejar todo lo que  habíamos construido y empezar de cero, me costó mucho dejar a mis amigas pero “era para mejor”. Termine el colegio un mes antes y volvimos para que mis hermanos no tuviesen el problema con el calendario escolar que habíamos tenido cuando llegamos a España.
Yo llegué sin tener definido que quería hacer y bastante perdida con respecto a mi futuro. Como tenía medio año sabático decidí empezar a trabajar, me volví mucho más independiente y empecé a conocer el nuevo lugar en el que vivía. Trabajaba de secretaria en un estudio de abogados en microcentro a la mañana y a la tarde, algunos días a la semana, ayudaba a mi abuelo también como secretaria en su consultorio.
Después de investigación en internet y de ver muchas carreras decidí empezar a estudiar Relaciones Públicas, no elegí la docencia porque tenía ganas de hacer algo diferente, algo nuevo.
Al terminar el primer año de Relaciones Públicas, el día que rendí el último final, cuando volvía en tren a casa me di cuenta de que eso no era lo que yo quería en mi vida, de que no me veía para nada trabajando como relacionista pública en un futuro.
Unos días después mamá me hizo la pregunta: “¿Pensaste en ser maestra?” Y lo pensé y me di cuenta de que sí, eso era lo que quería, dos meses después ya estaba inscrita en el profesorado y nunca me voy a arrepentir de haber hecho esa decisión. Por fin siento que estoy donde debería estar, disfruto aprendiendo cosas nuevas todos los días y me encanta descubrir e investigar cosas nuevas acerca de la docencia y la enseñanza.
Ahora trabajo en el colegio Cardenal Newman, colegio sólo de varones, creo que es la única característica que me faltaba en mi lista de colegios. Empecé el año pasado en una suplencia en 6° de lengua, fue bastante duro pero me encantó y ahora soy maestra de 1° grado y el año que viene continuaré con ellos a 2°. Sinceramente creo que mi clase es la mejor, 29 chicos que veo crecer cada día  y que me llenan de orgullo y me hacen reír y emocionar. Intentó ser como mamá, buscando cosas nuevas y divertidas todos los días, como Mari Paz casi como una amiga y esperando que ellos confíen en mí para poder hablar de lo que necesiten y como Antonia buscando que ellos lleguen a lo mejor que pueden ser.
Todos estos cambios que se dieron en mi vida creo que influyeron muy positivamente en mí. Aprendí muchas cosas, conocí y viví muchas realidades distintas… Creo que eso hace que ahora pueda adaptarme bien a cualquier lugar y a cualquier grupo, que sepa buscar las cosas buenas de cada lugar e intente aprovechar todo el potencial y que me guste conocer mucha gente distinta y aprender de ellos.

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